Bienvenidos a poco pan y pésima música

Voy a intentar compartir experiencias personales o ajenas, a través de letras y notas musicales. Para ello me valdré de videoclips y pequeños relatos que espero, consigan transmitir momentos de la vida de cualquier persona.

jueves, 14 de abril de 2011

Conduciendo sin ninguna prisa

 

Apago la cafetera, limpio por última vez la barra del bar, compruebo que las luces de fuera están apagadas, busco la chaqueta con la mirada, cierro la caja registradora, me saco del bolsillo un paquete de ducados, me enchufo un cigarro, apago la tele, cuento la caja del día, me pongo la chaqueta, me pego una meada en el baño (está sucio, mañana lo lavaré), apago el último foco, me dirijo hacia la entrada tratando de no pisar el suelo recien fregado. Salgo a la calle, bajo la persiana, me quemo con el cigarro, me saco otro, camino hacia el coche, entro en él, compruebo los espejos y le doy caña al radiocassette. Entonces por fin me relajo, por fin empiezo a ser yo y no ese animal de rutinas que se entretiene viendo las noticias y celebrando los goles de su equipo para no volver a pensar en lo triste que es su vida y lo treméndamente cobarde que es para cambiarla.

Pero dentro del coche...dentro del coche está la versión que más le gusta de sí mismo. Allí no tiene una vida tediosa, allí auna su cuerpo con la música y es capaz de viajar a través del sonido donde flote cada nota. Raras veces sonrie durante el día pero en ese pequeño santuario motorizado deja entrever pequeñas dosis de sentimientos que, sin haber decidido todavía si buenos o malos, le acercan un poquito más al Yo individual.

"Karma Police" le traslada a través de su coche por una carretera secundaria que, perdida en un bosque que jamás ha visto, le hace sentirse extrañamente relajado. No tiene prisa por llegar a donde no conoce, por lo tanto separa las manos del volante y lentamente deja que la vida siga su curso. En frente suya ve pasar animales, personas, casas, edificios, montañas, playas; infinidad de colores que se pierden en aquel agujero negro donde se pierde la canción. No tiene miedo, no tiene prisa, no siente nada.

Termina la canción, abre los ojos, se enciende otro cigarro. Ha llegado a casa.

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