Bienvenidos a poco pan y pésima música

Voy a intentar compartir experiencias personales o ajenas, a través de letras y notas musicales. Para ello me valdré de videoclips y pequeños relatos que espero, consigan transmitir momentos de la vida de cualquier persona.

domingo, 17 de abril de 2011

Espejo


Viernes por la tarde. Me levanto del sofá, tengo ganas de bailar. Paseo por el pasillo de casa moviendo el cuerpo al son de mi melodía y llego al cuarto. Media vuelta y alargo el brazo, me relajo, dibujo una sonrisa en la cara. Nuevo contoneo de mi cuerpo y enfoco la mirada hacia el mueble de los discos que, pacientemente, espera que le saque a bailar. Momento de incertimbre mientras escojo el single adecuado al momento que estoy viviendo, y sí, ardua tarea buscar un nombre, un grupo, algún experimento que sepa transmitirte con exactitud el momento que estás viviendo. Pero sé que puedo.

Tras divagar sobre lo dificil que resulta encontrarte allí estás, esperándome. Expectante ante mi mano buscando pero con seguridad, sin vacilar, sabiendo que al final mi mano te ha encontrado.

Empieza la música y mi sonrisa no decae, de hecho va en aumento. Mis ojos, testigos de todo sugieren que me acerque al armario y le invite a la fiesta. ¿Que voy a ponerme hoy? ¿Que ocultará quien en realidad soy pero dejando una pequeña obertura por si acaso hay alguien digno de mirar?
No lo sé, allá a lo lejos veo un smoking que de hecho ni recuerdo porqué está ahí.

Salgo a la calle, ya vestido con traje negro, corbata roja y unos zapatos impecables. Sonrío. Sonrío hasta extasiarme. Sonrio mientras ladeo mi cuerpo de calle en calle ,aunque me choque con irrelevantes caminantes, y no pierdo ni una nota de la canción. Tres parques a mi izquierda, un par de fuentes a la derecha y allí lo veo. Aquel restaurante brillante por sus luces, con alfombra roja y gerdámenes de la maleta". Como no me abren de par en par.

"Una mesa para uno, por favor". Mesa redonda con mantel rojo y servilleta blanca. Una rosa en el centro de la mesa y tres cubiertos por cada lado. Saco un cigarro del bolsillo superior de la camisa y lo enciendo mientras la gomina de mi pelo reluce por todo el comedor. Una copa de vino chartreaur, un cenicero semivacío y una guapa solista cantando mientras me sonrie.

Momento mágico en el que yo soy el protagonista de la obra. Hasta que miro al techo y una extraña linea azúl empieza a comerse los colores del comedor. El anfiteatro del comedor se ha vuelto gris, la coloreada lámpara principal resulta ser una bombilla, aquella puerta marrón y carcomida da pie a un salón my pequeño.

Me despierto en el salón de casa con una jeringuilla clavada en el brazo.

Con mucho esfuerzo me levanto y tengo más de medio cuerpo vomitado. Empiezo a distinguir entre los delirios las uñas de mis dedos y noto los brazos pegados a mi cuerpo. Me dirijo al asqueroso baño que tengo en frente mía y tras vacilar en un par de ocasiones me planto en él. Vomito todos los colores anteriores y me miro en el espejo....
 
Una cara blanca, ojeras negras, una luz intermitente de la bombilla que debería haberla cambiado hace más de tres meses. No me gusta lo que veo, triste y angustioso, pero a la vez tan cotidiano que no me atrevo a enfrentarme a ello. Y mientras tanto el piano sonando, esa solista que de verdad sé que está coqueteando conmigo, el recuerdo del cigarro en mi boca. Esto no puede acabar.

Me tumbo otra vez en el suelo.

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