Voy a intentar compartir experiencias personales o ajenas, a través de letras y notas musicales. Para ello me valdré de videoclips y pequeños relatos que espero, consigan transmitir momentos de la vida de cualquier persona.
Aquí frente al quiosco de la playa fumando un cigarro, con las piernas encogidas y con sentimiento de agotamiento mientras oigo las olas. No me siento del todo mal, es reconfortante el sonido del mar después de tantos años en la gran capital. Aquí todo es tan sencillo, alejado de la urbe, tan banal, los unos no se esfuerzan por parecer mejor que a los otros, tan miserable, conocen su naturaleza....me hace sentir insigficante pero parte de ellos.
Mi historia no es la de un músico cargado de sueños que fracasó al ser comido por la gran ciudad. Realmente triunfé como pocos lo hicieron. Mi gran Yo triunfó y era portada de carteles, teatros, mujeres....guau! todo aquello que te haría sentir jodídamente invulnerable....
Mi historia empieza cada mañana del día siguiente cuando mi ego está en la taza del water y mis fosas nasales totalmente obstruidas por una mezcla de de coca y medicamentos. Ahí lo escucho, un cuerpo a mi lado, durmiendo apaciblemente ignorando que siento ganas de estrangularla cuando horas atrás me esforzaba por hacerla parecer una diosa.
Salgo corriendo de ese piso apestando a noche y vergüenza de mi mismo. Dios, casi le triplicaba la edad.....me choco un un par de viandantes y me quedo postrado en un banco, asustado, mirando el infinito, sabiendo que este sentimiento de odio me está devorando....
Canta una gaviota allá a lo lejos y vuelvo al horizonte azul, lejos de la gran ciudad y aquellos recuerdos tan presentes pero por fin fuera de mí. Que agradable el sonido del mar, por poco olvido que he de ponerme a trabajar. Saco la guitarra y entono los primeros acordes. Mi voz rasgada e infinita danza entre la marea, potente ella como ninguna, agitando mi pelo y volando alto junto a las notas. Oigo el piano en mi cabeza, los violines deslizando a las nubes, las guitarras me encumbran...
Mientras toda la orquesta retumba en mi cabeza, me siento extasiado, tengo ganas de gritar, de saltar, de abrazar a la vida. Esta música nos traslada a tí y a mi, Sé que hueles el viento y escuchas el calor del sol en este momento. Nuestros sentidos aunados, cabalgando entre las notas, formando parte de algo importante.
De repente una señora mayor de pelo blanco, se para y deja una moneda de euro en la funda de la guitarra. Me cago en todos sus muertos y me esfuerzo por no tirárselo a la cara, pero recuerdo aquel momento postrado en el banco y pienso "el mar huele tan bien..."
Estas vacaciones mi madre me ha traido a la costa. No tengo ganas de estar aquí, lleno de domingueros y haciendo todas esas cosas que salen en las pelis. Todavía me retumba en los oidos ese radiocasette de los mamas and the papas durante todo el maldito viaje!
Bueno, digamos que el viaje es un infierno, digamos que el coche apesta a viejo, digamos que todo es una puta mierda; Digamos que no puede ser posible que para mi madre esto sean unas vacaciones de ensueño. Mírala, con su pañuelo rodeándole la cabeza, ese pintauñas color "deseo", vamos! Que infeliz tiene que ser para escoger ese color..
Paramos en una gasolinera de mala muerte y sigo intoxicando esta mierda de experiencia mas que nada porque me han obligado! ¿acaso me han dado la oportunidad de decir que no?. "Jeremy, te encantará la costa" dijo. La verdad que esta semana tenía un importantísimo partido de baseball, y si no fuera por la asquerosa de mi madre estaría pateándole el culo a más de un vecino.
Lo único que me queda es mirar a través de la ventanilla, apoyar mi mandíbula entre los brazos y empezar a apreciar lo bonito que es el paisaje. Anda, qué grande esa gasolinera. Qué pringaos esos tipos al que su coche les ha dejado tirados. Qué curiosa esa pequeña tienda de souvenirs plantada casi en medio del desierto.
Tres kilómetros para llegar a la costa y ya empiezo a notar como el aire está menos cargado. Tampoco es que me importe mucho, pero cuando menos me parece algo extraño. Mi madre cambia la emisora y pone una canción de los beach boys. Sigo enfadado pero en el fondo todo esto me mola. Ya el pañuelo de mi vieja me parece menos hortera. Su estúpida sonria empieza a parecerme de repente hasta graciosa, no como si mi amigo Sebastian hiciera una broma de pedos pero bueno, hacía tiempo que no le veía ese brillo en los ojos...
Mientras empiezo a relajarme allí veo el mar, línea horizontal azúl portadora de canciones e infinidad de retratos. Gaviotas revolotean por el cielo y veo chiringuitos de gente allá a lo lejos, como disfrutan esa panda de cabrones! Miro a mi madre, pero la miro como nunca lo había hecho, apreciando lo realmente hermosa que es. Suspira mientras apaga el motor del coche, se enciende un cigarro y me mira con esa mirada tan tierna que aunque me pese decirlo, siempre me saca la sonrisa.
Salgo del coche, me revuelco por la arena como el niño que soy y me acerco a ella. Allí está mirándome con su ya no tan estúpido pañuelo. De verdad que está muy mona y al único que mira es a mí. Timidamente me acerco y la cojo de la mano. Eres mi madre y te quiero tanto que ni tan siquiera me atrevo a decírtelo. Ven, arrópame, hoy te voy a dejar que me desnudes, que me quites la arena del pelo, que me adviertas de lo peligroso que es el mar y que me vigiles cada movimiento que hago.. Hoy el mar es para nosotros dos, para que nos cojamos de la mano, para que nos bañemos gritando y sonriendo, para que observe cada centímetro de tu cuerpo y años mas tarde poder recordar cuantos sacrificios has hecho por mí
Esta noche nos tumbaremos en la orilla del mar y sin que tú lo sepas recordaré este momento durante toda mi vida, porque gracias a tí, cada vez que escuche los Beach Boys me acordaré de tí madre. Me acordaré de nosotros....
Mirando por la ventana un día de lluvia. No hace frío, tengo una manta a cuadros que me tapa las rodilllas, tres velas que mi amiga la enfermera me ha encendido, una foto de mis nietos en la mesilla de noche y toda la tarde por delante. Me cuesta contener la respiración por mis problemas en la traquea pero creo que me estoy emocionando.
Ochenta y dos años me contemplan, aquí, en una pequeña habitación de una residencia de ancianos donde mi día a día transcurre entre el menú de mediodía y el de la noche. La ducha siempre es a las doce, la merienda a las seis, con esos sobres de descafeinado y las magdalenas rancias. Dos horas de ejercicio por las tardes, intentando mover músculos de mi cuerpo que en su día fueron los que salvaron a mi familia de no morir de hambre. No puedo decir que sienta lástima de mi mismo, porque en realidad hace tiempo que dejé de compadecerme por ser tan viejo. Lo que siento es una enorme soledad en forma de incapacidad para expresar como disfruto para bien y para mal cada momento. Cuesta tanto analizar cuan larga ha sido mi vida que me pierdo en un mundo de rutinas y hábitos que me han sido impuestos por un centro lleno de ancianos.
Tedio y agonía describen un nudo en el estómago, quien demonios soy, que drama supone el contar tus días mientras otros con menos suerte han dejado de mirar a la lluvia. Pero no te preocupes, sé que es imposible que me entiendas, pues al fin y al cabo si consigues recordar qeu te estoy escribiendo significará que te has hecho viejo y tendrás los mismos problemas de comunicación que yo estoy sufriendo.
Gota, lluvia, piano, ahora es tiempo para disfrutar de la música y no echar la vista atrás. A veces me toco la cara y no me reconozco. Cientos de arrugas poblando mi cara y ese pelo blanco que ha invadido mi cuerpo. Nunca he sido una persona muy interesante, pero duele el pensar que todo se reduce a poder apreciar el sonido de la lluvia esperando la merienda de la tarde....
No sé si leerás esto algún día, pero quiero que no te sientas tan solo, quiero que notes mi abrazo, quiero que comprendas que te quiero. Te quiero porque te invaden los mismos temores que estoy sufriendo, te quiero porque no quiero que caigas en el olvido, te quiero porque necesito que estés a mi lado, que entiendas la agonía de la vida. Te quiero porque has tardado toda tu vida para darle valor a una insignificante y tan preciosa lluvia.
Viernes por la tarde. Me levanto del sofá, tengo ganas de bailar. Paseo por el pasillo de casa moviendo el cuerpo al son de mi melodía y llego al cuarto. Media vuelta y alargo el brazo, me relajo, dibujo una sonrisa en la cara. Nuevo contoneo de mi cuerpo y enfoco la mirada hacia el mueble de los discos que, pacientemente, espera que le saque a bailar. Momento de incertimbre mientras escojo el single adecuado al momento que estoy viviendo, y sí, ardua tarea buscar un nombre, un grupo, algún experimento que sepa transmitirte con exactitud el momento que estás viviendo. Pero sé que puedo.
Tras divagar sobre lo dificil que resulta encontrarte allí estás, esperándome. Expectante ante mi mano buscando pero con seguridad, sin vacilar, sabiendo que al final mi mano te ha encontrado.
Empieza la música y mi sonrisa no decae, de hecho va en aumento. Mis ojos, testigos de todo sugieren que me acerque al armario y le invite a la fiesta. ¿Que voy a ponerme hoy? ¿Que ocultará quien en realidad soy pero dejando una pequeña obertura por si acaso hay alguien digno de mirar?
No lo sé, allá a lo lejos veo un smoking que de hecho ni recuerdo porqué está ahí.
Salgo a la calle, ya vestido con traje negro, corbata roja y unos zapatos impecables. Sonrío. Sonrío hasta extasiarme. Sonrio mientras ladeo mi cuerpo de calle en calle ,aunque me choque con irrelevantes caminantes, y no pierdo ni una nota de la canción. Tres parques a mi izquierda, un par de fuentes a la derecha y allí lo veo. Aquel restaurante brillante por sus luces, con alfombra roja y gerdámenes de la maleta". Como no me abren de par en par.
"Una mesa para uno, por favor". Mesa redonda con mantel rojo y servilleta blanca. Una rosa en el centro de la mesa y tres cubiertos por cada lado. Saco un cigarro del bolsillo superior de la camisa y lo enciendo mientras la gomina de mi pelo reluce por todo el comedor. Una copa de vino chartreaur, un cenicero semivacío y una guapa solista cantando mientras me sonrie.
Momento mágico en el que yo soy el protagonista de la obra. Hasta que miro al techo y una extraña linea azúl empieza a comerse los colores del comedor. El anfiteatro del comedor se ha vuelto gris, la coloreada lámpara principal resulta ser una bombilla, aquella puerta marrón y carcomida da pie a un salón my pequeño.
Me despierto en el salón de casa con una jeringuilla clavada en el brazo.
Con mucho esfuerzo me levanto y tengo más de medio cuerpo vomitado. Empiezo a distinguir entre los delirios las uñas de mis dedos y noto los brazos pegados a mi cuerpo. Me dirijo al asqueroso baño que tengo en frente mía y tras vacilar en un par de ocasiones me planto en él. Vomito todos los colores anteriores y me miro en el espejo....
Una cara blanca, ojeras negras, una luz intermitente de la bombilla que debería haberla cambiado hace más de tres meses. No me gusta lo que veo, triste y angustioso, pero a la vez tan cotidiano que no me atrevo a enfrentarme a ello. Y mientras tanto el piano sonando, esa solista que de verdad sé que está coqueteando conmigo, el recuerdo del cigarro en mi boca. Esto no puede acabar.
“Un coche alemán de cinco puertas, una casa de obra nueva con cinco habitaciones, toda mi ropa de dolce y gavanna, tarjetas de crédito, relojes, ahora mismo, puta mierda.
Evaporadas todas mis jodidas pertenencias, continué aquella particular vía romana desechando mis relaciones humanas. Primero la puta de mi mujer tras un gran portazo, mi hijo, aquél bastardo que ni se dignó en despedirse, mis llamados amigos, panda de banqueros hipócritas, cuanto detesto ahora su repulsivas corbatas. Llegado el punto desaparecieron también mis conocidos, mis enemigos, mis desconocidos…
Creo que cuanto más perdía, menos me importaba pués al fin y al cabo me atrevería a decir que me sentía libre, y eso era un sentimiento tan embriagador como éste maldito cartón de vino que me da calor en cualquier gélida o cálida noche.
Una vez me despojé de aquel traje llamado civilización, aclimaté mi cuerpo a la ausencia de sentimientos, como eran el amor, el odio, la alegría, la tristeza, la soledad; sinceramente, me la sudaba, ya nada importaba.
Dios aquí estoy, tirado en medio de un puto parque con tan sólo dos mierdas de cartones para resguardarme del frío, ahora mismo lo único que me importa es esa delgada línea entre la vida y la muerte.
Así que, siendo yo un superviviente de este gran engaño que tantas veces me han repetido, “mundo real”, he comprendido que yo no pertenezco a él, dado que, ante la ausencia de de hasta mi propio nombre, se han olvidado que yo, también soy una persona…